Esto sería el año 82, y esto forma parte de los orígenes, de los orígenes como espectadora. Abrimos una sala en un edificio antiguo en Elche e hicimos una sala preciosa con 200 butacas y todo lo necesario. Y por ahí pasó lo más grande. Y entre todo eso apareció una brutalidad, que me lo viví como tal, la Cooperativa Denok, de Vitoria. Montaron El rayo colgado, de Francisco Nieva. Y lo hicieron en la sala. Yo vi la función y me quedé (risas leves), impresionadísima no, lo otro. Hasta tal punto que me vi todas las funciones, todos los ensayos, todos los pases… Yo… no salía de la sala. Y bueno, la cosa era muy, muy, muy increíble. ¡Una estética! Absolutamente andrajosa. Llevaban un doble suelo inclinado por el que aparecían con trampillas, con humo, tormentas…eeeh, desaparecían… Y los personajes era lo que más grabado se me ha quedado… El personaje “Porrerito”, que no decía más que “¡Quijaaaai!” en toda la obra de palabra, lo decía todo con el cuerpo. Y luego unas monjas calvas, escuálidas, que recuerdo que cantaban: “Resignación armenia!”, con una bandeja con dos seh… pechos cortados. Y… con girones de carne, y (risita) en algún momento, eeeeh, estornudaba una… Y se le caían todos los dientes que eran un montón de peladillas e iban rebotando por ahí por el escenario. Y, de repente, salía un rayo y aparecía el Quijai por ahí, hecho un nudo en algún sitio… Algo brutal, brutal, brutal…Y yo me he quedado con ese recuerdo como una aparición mariana, porque no recuerdo nada que se le parezca ni antes, ni después, ni durante… Y hace poco, un día, hablando con Juanjo en el Conservatorio, de repente, no sé como sale… Tal y cual… Hablando de esto… De repente… “Quijai… Porrerito…” Digo: “¡Qué me estás contando! ¿Lo has visto? ¡Tú lo has visto! Igual que yo. ¡Lo viste!” Y entonces, me entró por todo el cuerpo como un escalofrío, como si… Bueno eso, una aparición mariana que has visto y no puedes compartir con nadie… Porque sabes que eso no… no… ¡no!. Y, de repente, encuentras a alguien que lo vio, lo vivió… Y empezamos ahí los dos a… a… a compartir aquello… y a… alucinar con todo eso, ¿no? Y, bueno, esa conversación fue… Bueno, yo me fui a mi casa contentísima como si no… No sé. Como si hubiera encontrado, ya te digo. Como si de repente alguien con quien puedo compartir esa impresión, y esa, esa experiencia. Alguien que lo ha visto… Yo me puse a gritar: “¡Lo has visto!”, y él: “¡Tú también!”. Y, bueno, ya me gustaría ver, en la red a ver si hubiera algo, un vídeo, alguna foto… No creo… Que esa compañía… No supe nunca más de ella. Esto lo buscaré. Es un hito que se me ha quedado ahí impreso… Pero (…) Bueno, recuerdo que cada vez que veía la obra, me faltaban ojos porque cada que vez que veía, veía lo que me había perdido el pase anterior… Como si quisiera quedarme con eso grabado para siempre… Tampoco, tampoco recuerdo el texto. No sé, ahora mismo no sabría hacer un resumen de la obra de, de, de… Paco Nieva, pero bueno, eso está escrito. Y… se puede ver en cualquier momento.