Una cosa que recuerdo mucho fue cuando vi del Pont Flotant Yo de mayor quiero ser Fermín Jimenez y… Y, entonces, tenían una especie de… Iba sobre ocupar el tiempo… Y sobre jugar. Y, y me acuerdo que cada, cada… Y, entonces, tenían un horario puesto. Pues: “Montar el escenario, repartir los programas de mano, hacer no sé qué…” Entonces, yo me olvidaba del horario que tenían ahí puesto. Pero, es que cada vez lo cumplían… O sea, es que estaban como jugando todo el rato, pero, entonces, había un efecto muy raro, muy brechtiano, en el cual yo estaba viendo la obra, me estaba riendo mucho, estaban jugando. “Juego, montar, no sé qué, tal… La vida, el tiempo…” Y, de repente, miraba el horario y decía: “¡Qué no es espontáneo, macho, que están haciendo todo lo que pone en el horario!: 19:03 pelea, 19:07… Y, y todo el rato lo veía maravillada y luego mirada a la izquierda y decía: “¡Qué es un espectáculo, tío!” Y me estaba funcionando el extrañamiento súper, súperbonito… De: “¡Qué cabrones, tío!”. Y al final como que no quería mirar porque no me quería chafar lo que pasaba… Y, entonces, estaba como en dos cosas… Y ya al final cuando ponía: “Desmontar escenario”, y yo: “¡¿cómo que desmontan el escenario!?” Y lo estaban desmontando y yo: “¡¿Ya se ha acabado?!” Y como que yo empecé a mirar ese horario, como con un rollo de: “No tío, que me está gustando mucho, joder. ¡Puto horario!”.