De repente, pues saca un lienzo y en lugar de pintar sobre el lienzo empieza a deconstruir el lienzo, ¿no? — A rascarlo… — Bueno, vi lo que vi. Y, entonces, empieza, empieza… Estaba detrás de todo y que además… Yo tengo una anécdota que vosotros no visteis. Entonces, bueno, empieza con su performance, no sé qué, y, de repente, pues a rasgar el lienzo. A rasgarlo, lo que sea. Y, de repente, coge un martillo y empieza dar golpes. Cloc, cloc, cloc, y en uno de los golpes da cloc y sale volando la parte de arriba del martillo (risas). — Vale, y hay que señalar… — ¡A los pies de una señora! — …que los únicos que bajábamos la edad éramos nosotros tres, ¿vale? Porque era un eso de jubilados. — A los pies de una señora muy mayor (…) — Un público de 60 años…— Sí. O sea, que dices: “qué hacen aquí esta peña? ¿Cómo han llegado aquí? Pero casi mata a una señora. O sea, de repente el martillo salió volando. — Y pap, pap… Y ella sigue como si nada. Pero lo mejor es lo que pasó a mi lado que había una señora mayor cuidando a su nieta y, de repente, la señora se puso a ver y la nieta estaba tocando los cuadros expuestos así. (Risas) Performance, improvisación libre. — El Vilagrasa… bueno… — José Canyo. Estaba José Canyo y me vio descojonándome. Me miró como diciendo: “¿por qué te descojonas?” Y yo: “no es problema meu. Açò no és problema meu”. Y ya está. La niña estaba haciéndole así al cuadro, eh. Y pequeña, era una niña pequeña. — Pero tienes que ver, eh. Antes de que pasara lo del martillo, pues eso. Todo abuelas y nosotros y más abuelas así. Pues el bolso, tal… Y la tía que se pone a martillear y fa. (Risas) Es que fue… ¡es que fue! — No, no. Porque cayó… Hizo así parábola y cayó justo en el trocito de antes. O sea, 50 centímetros más allá y mata a una mujer… O sea, en serio.