Hola, bueno, quería hablar de un espectáculo de calle. La importancia que tiene para mí este recuerdo, comienza… Atraviesa un poco mi infancia y mi adolescencia porque yo me crié en un pueblo y siempre he tenido una relación muy bonita con la calle. Bonita en el sentido infantil, quiero decir que ha sido un lugar de juegos y ha sido un lugar de encuentros, ¿no? Yo era fallera, era fallera de mi pueblo, era fallera en la falla de mi pueblo y para mí la calle significaba los desfiles de las falleras, las bandas de música tocando pasodobles. Es decir, yo no me había dado cuenta hasta qué punto yo había normativizado, o había entrado en un espacio normativizado, de relación festiva con la calle. ¿Bien? Mientras estudiaba Periodismo empecé a tontear con Ciencias Políticas, mi aspiración era dedicarme al periodismo político. Y, bueno, ese era mi proyecto. De pronto, se cruza en mi vida, por una casualidad, la primera edición del Festival Medieval de Danza. Perdón, de Teatro y Música de Elche. Festival Medieval de Teatro y Música de Elche, exacto. Entonces, estamos en el año 1991 y yo me voy a trabajar a Elche para ese festival. Y allí me encuentro el espectáculo de clausura de ese festival que era en noviembre del año 91’ y hacía frío. En la Plaza de la Basílica de Santa María, me encuentro con una pieza de la compañía catalana Els Comediants. La pieza se llamaba Dimonis, había sido estrenada en 1981, entonces utilizaron esa… ese bolo en Elche, que era una clausura y patatín patatán, para celebrar el décimo aniversario del espectáculo y digamos que echaron ahí un poco el resto, ¿no? Que vino más gente de la compañía de la que habitualmente viaja en bolos. Eran más de 50 actores. Bueno, fue también la primera vez en mi vida que yo me relacionaba con un espectáculo de calle de esta magnitud, que no se trataba de cerrar un trocito de calle y ahí aparecía Bob Esponja, que todavía no existía, bueno el monigote de turno. Sino que el espectáculo tomaba, ¡todo el centro histórico de Elche! Y estoy hablando de un barrio de unas 16 calles, ¿vale? Yo no sabía de qué iba la cosa, no tenía ni idea. Entonces, a las doce en punto de la noche, se apagan las luces del centro histórico y se produce un griterío porque la gente se asusta, la gente no se lo esperaba. Se espera un espectáculo, no que se apaguen las luces. Entonces, bueno hubo un griterío y de pronto un cañón de luz alumbra la cúpula de la basílica de Santa María. ¡La cúpula! ¿Sabéis? Que es como, dentro del lugar sagrado, una de las partes más sagradas es la cúpula porque es la parte pública del poder sagrado, ¿no? Bueno, todo el simbolismo que recae sobre ahí… La cuestión es que ahí había un tipo, enganchado a una tirolina, vestido de diablo: pintado de rojo y negro, con un sombrero hongo y un rabo enorme que le salía de culo acabado en punta de flecha. El tipo movía, cogía ese rabo que era enorme y lo movía y lo agitaba y nos apuntaba con él. Y entre tanto iba proclamando el caos de la noche. Y,, entonces, os voy a leer un poquito algo que dice su texto porque la descripción es muy interesante, dice: “Un grupo de demonios invaden un espacio público (una plaza, una calle, un barrio) con fuego, percusión, luces y pólvora y conquistan los edificios más emblemáticos para proclamar el reinado del infierno”. Y fue esto lo que realmente sucedió: el puto infierno. O sea, aquello se convirtió en un caos increíble, había unas 15.000 personas corriendo en todas direcciones y había un grupo de más de 50 músicos y actores haciendo de demonios que nos putearon sin parar hasta las tres de la mañana. Entramos en una catarsis colectiva que supera todo lo que yo entiendo por catarsis. Incluso el mismo término catarsis, lo supera. Porque, ¡no había manera de aclararse, carajo! No sabías por dónde huir pero tampoco quería huir. Había una mezcla de atracción y repulsión sobre todo lo que estaba pasando allí, que era completamente excitante y que me llevaba, sin yo saberlo, a lo que significa de verdad el… la celebración de la fiesta profunda. Antes de que el franquismo se apoderara de las fiestas de la calle, porque eso es lo que yo había vivido con las Fallas: una reminiscencia franquista del órden en el espacio público. Eso es la falla, pocas fallas alteran eso. Pero el teatro sí que lo puede alterar. Recuerdo perfectamente aquella situación y recuerdo perfectamente mi cuerpo en aquella situación. Mi cuerpo absolutamente excitado que no podía parar de bailar, de gritar y de aceptar todos los puteos que me hacían que eran desde echarme agua, harina, huevos… O sea, nosotros éramos, los espectadores éramos los pavos de los actores porque hicieron con nosotros lo que les dio la gana, habían conquistado la ciudad. Que diferente esa propuesta de Walking Dead, donde también hay una invasión del espacio público por parte del inframundo pero, ¡coño, qué inframundo más distinto! ¿No? Qué inframundo más distinto… Els Comediants era un inframundo también dentro del cuerpo. Era la definición de las partes bajas. Era el sexo, la mierda, el culo. Era todo aquello que no estaba permitido. Era todo aquello que venía a romper los precarios equilibrios fascistas de control en la calle, ¿no? Entonces, este espectáculo para mí no fue solo una pieza de teatro de calle, fue el primero de 25 años de festivales. Eso por un lado. Ya no estudié Ciencias Políticas, eso por otro. Me fui de casa de mis padres al cabo de poco menos de un año. Empecé a trabajar en artes escénicas y no dejé de hacerlo hasta el 2011. Hubo algo en ese espectáculo, y por eso tengo una memoria tan clara de mi cuerpo puesto ahí, hubo algo muy político, muy revolucionario para mi cuerpo y también para mi cuerpo político puesto en el espacio público. Y allí experimenté y me atravesaron cosas que durante muchos años después he estado leyendo en la teoría sobre los cuerpos políticos en el espacio público. Pero yo, entonces, lo sentí. Y nunca me ha abandonado ya más esa sensación. Y por eso tengo ahora tantos problemas con determinadas expresiones festivas en la calle. Expresiones demasiado normativizadas, demasiado controladas. No es que aquel espectáculo no estuviera controlado, ojo. Pero ellos anunciaban el caos y ellos proporcionaron el caos, o una situación caótica. Y dentro de esa situación caótica, perdí a toda la gente que conocía. Creo que a todo el mundo le pasó lo mismo, a no ser que estuvieras muy bien agarrado con alguien, y ni siquiera, porque los actores se encargaban de romper los grupos y las parejas. Se encargaban de atentar contra todo el mundo. No sufrí ningún daño, ni psicológico tampoco. Todo lo contrario, fue como desnudar, como quitarme velos, como destapar la mirada y aclararla y entender aspectos del cuerpo, de la vida, de la ciudad, de la política, de la calle y de una vida sin dictadura de la que yo era heredera. Estamos hablando del año 91, ¿eh?, sólo hacía diez años de los ayuntamientos democráticos. Yo tenía 21. Todo eso que aprendí, no se me he ido por las ramas y me he perdido. Sí, fue muy fuerte ese espectáculo. A ver qué más tengo por aquí… Sí, había una sensación de borrachera, una sensación de borrachera total y sensaciones encontradas de atracción y repulsión. Algo de miedo, también. Pero había algo allí proclamando la necesidad que tenemos de estar juntas porque realmente tú echabas a correr pero lo que buscabas era más gente con la que estar. La única cosa que no deseaba nadie era quedarse solo. Yo creo que Walking Dead, por decir algo, ¿vale?, pero creo que… La modernidad de la supervivencia ha malinterpretado esas situaciones. Se las ha llevado a un lugar concreto y nos ha privado de esa participación profunda en el lado oscuro de cada cual. El lado oscuro de cada cual. Ya no hay lados oscuros, parece que todo está a la luz, esto es un problema grave, no me lo creo. Bueno, total, espectáculos que te cambian la vida, que te revolucionan la conciencia política, que alteran de cuerpo y de cuerpo en el espacio público y de cuerpo con otros cuerpos. Y mientras hablo de ello, vuelvo a estar allí. Muy importante, había mucho fuego: fuego en antorcha, fuego en hogueras. Había mucha percusión y había que correr mucho, por lo tanto los golpetazos del corazón coincidían con los tambores. Había pirotecnia, por supuesto, había pirotécnia a escape libre, o sea tipo La Nit de l’Albà. Parece que algo de esto solo como nota teórica, parece que algo de conexión entre Comediants y Fura dels Baus hubo en esta época. Después, he vivido espectáculos de la Fura dels Baus, pero no sé si porque yo ya no era una espectadora inocente, pero yo veía los artefactos teatrales a la… los dispositivos teatrales, no los artefactos. Yo en todas las piezas de La Fura dels Baus en las que he estado he visto el dispositivo teatral. Es decir, ha habido algo que siempre me ha mantenido conectada a la idea de que aquello se estaba representando. Pero, en aquel espectáculo de dimonis que fue mi primer gran espectáculo de teatro de calle, allí no había dispositivo a la vista. De hecho, después vi fotos y había andamios montados y por debajo de allí pasábamos porque nos echaban cosas desde arriba. Pero yo no recuerdo los andamios, yo no… no viví los andamios. Solamente el paso enloquecido por debajo de aquella nube de harina y aceite frío. Bueno, creo que ya me he pasado. ¡Ciao!