Además del archivo y la transcripción de los testimonios de espectadorxs, hemos querido trabajar la cuestión coreográfica. Hemos decidido utilizar e inscribir memorias escénicas en linóleo de danza, como el espacio que por norma sirve de soporte de quien ejecuta danzas, movimientos o actúa en un espacio escénico convencional.
Por una parte, grabar sobre linóleo significa quitar, rascar, escarbar y excavar en el material pero también en las memorias de espectadorxs. Trae del pasado un recuerdo al presente y, a su vez, el gesto de grabar en presente registra una huella o un trazo para el futuro. Esto dibuja una línea en la que pasado, presente y futuro se disuelven.
Por otra parte, el origen de lo coreográfico es una idea embrionaria en la danza académica francesa del S. XVII. En sus orígenes la escritura de la danza, atendiendo a la etimología de “coreografía”, es un gesto o un trazo antes de que la propia danza se produzca. Es decir, lo coreográfico opera sobre los cuerpos que los predispone a moverse de una determinada manera incluso ante la ausencia de cuerpo. A través del linóleo, especulamos con la máxima: que los cuerpos que no están todavía ahí produzcan otras potenciales danzas a partir de las memorias transcritas y grabadas.
Fotografía: María Saiz