En 2007 o así vi una pieza de Roger Bernat que se llamaba Domini Públic, justo en la plaza Margarida Xirgu, frente al Teatre Lliure. Porque era una pieza que… Bueno, se planteaba en el espacio público de una manera en la que los espectadores, en este caso podríamos decir “ciudadanos”, eran los propios intérpretes de la pieza. Llevábamos unos cascos por los que nos daban instrucciones. Hacían unas preguntas y en base a qué contestabas, pues seguías unas instrucciones u otras. Y esto hacía, pues que un grupo homogéneo, como es el de espectadores de teatro, se dividiera continuamente bajo diferentes categorías formando grupos demográficos, como que generando, de repente, diferentes demográficas dependiendo de hacia dónde iba el corte. Entonces, había preguntas muy objetivistas, en plan: “si ganas más de tanto te vas allá y si menos de tal allí”. Entonces, generaba esa… Era muy evidente quién del grupo se iba hacia un lado y quien del otro, cuál era el porcentaje en relación a esos dos grupos… Eh… Pero, también había preguntas que eran más subjetivistas, eran más de opinión. Me acuerdo mucho de una porque yo fui a esa pieza con una amiga y, de repente, surge esta pregunta, que era: “¿Piensas que el sexo está sobrevalorado?” Y ella y yo acabamos en dos grupos distintos y mirándonos así con una cara en plan What the Fuck!: “Pero, ¿tú qué haces allí? ¿Cómo puede ser que tu pienses esto?” Entonces, nada, me acuerdo mucho porque fue como muy bonito eso. De repente, ir con alguien al que asumes que conoces mucho y darte cuenta, por una pregunta, por una situación escénica, darte cuenta de que no. De que en realidad las relaciones son más complejas y que aún hay mucho por descubrir.