Otra cosa que a mí me ocurre es que, hay veces, que hay espectáculos que me resultan insoportables. Insoportables… Pero, a veces me resultan insoportables por razones espurias, ¿no? Ajenas al espectáculo porque a lo mejor a momentos que he vivido o porque me rebelan, y… Por ejemplo, hay varios ejemplos. Por ejemplo, cuando yo voy a un espectáculo y yo veo que se ponen a leer el texto, lo odio. Me acuerdo una vez que era un espectáculo súper conceptual —y seguro que era maravilloso— pero ya empezó a sacar fichas y a leer lo que era la dramaturgia de la idea esa tan performática que él tenía… y, pues ahí me largué. O sea, esa es una en la que me largué. Otra me largué porque me resultaba insoportable ya que un tío pues se meara y luego se bebiera la orina porque esto es algo que se ha hecho muchas veces… Pero, yo creo que me fui porque realmente era por otras muchas razones como digo espúrias que hacen que algo me resulte insoportable. No tiene que ver a lo mejor con la compañía. Yo sé que es una falta de respeto irse —y procuro no hacerlo— me contengo porque es una falta de respeto, pero hay muchas veces que yo me he ido, ¿no? (Risas). Y otra vez que me fui, que luego igual me pesó un poco fue en un espectáculo de danza de La Ribot. Porque no, no sé, porque fíjate que yo luego lo veo interesante realmente. Lo vi interesante, ¿no? A posteriori. Por eso digo, a veces los espectáculos en el momento te cargan mucho o estás estresada y, de repente, dices: “madre mía… madre mía… que estos se quieren quedar conmigo. Esto, ¡parece una mierda! Además, esto es demasiado lento, mira yo no lo soporto, mira yo me largo”. Y luego te arrepientes un poco. Me arrepentí un poco, ¿no? Porque al final espectáculos que son muy lentos, o muy largos, que se hacen pesados, a veces tienen más carga profunda. Una carga profunda de la que no eres presente en ese momento.